Entrevista de Domnita Dumitrescu a Alina Diaconú1
P: Querida Alina, nos conocimos hace exactamente 20 años (que, según el tango, “no son nada”), cuando yo llegué a la Argentina como Fulbright Senior Scholar a finales de agosto de 1993. Desde entonces, solo nos hemos vuelto a ver un año después, en 1994, en dos ocasiones: cuando yo volví a Buenos Aires, también en agosto, procedente de Montevideo, por un breve período, y me alojé en tu estudio del centro de la capital, y luego en noviembre, cuando tú viajaste a Estados Unidos, para participar en Smith College (Northampton, Massachusetts) en el congreso de la Academia Rumano-Americana, que te otorgó el Premio de Literatura para aquel año. Fue para mí un honor presentarte a mis colegas rumano-estadounidenses en aquella ocasión y escribir sobre tu obra varios ensayos que se publicaron ulteriormente tanto en los Estados Unidos como en Rumanía. ¿Qué recuerdos traes de Estados Unidos, país en el que pasaste varios meses en 1985 (como becaria Fulbright participando en el conocido International Writing Program de la Universidad de Iowa y dando conferencias en varias universidades) y al que volviste, como acabo de mencionarlo, en 1994?
R: La experiencia en los EE.UU. con mi Beca Fulbright fue realmente interesante porque gracias a ella no solo conocí Iowa y al poeta Paul Engle, inventor del Programa, sino que estábamos reunidos en un edificio escritores de todo el mundo, desde Irlanda hasta Nigeria, desde China hasta Sudáfrica o Francia. Vi que todos compartíamos más o menos los mismos interrogantes sobre la literatura y la vida, cualquiera fuese la cultura, etnia, etc. Y me asombró lo conocido que era Borges ya en aquellos años, en países tan diversos del planeta. Luego la beca me permitió conocer lugares de los USA a los cuales no hubiese ido de otra manera, a través de las Universidades donde di diferentes conferencias: desde la Universidad de Chicago, hasta la de Tempe, Arizona o la de Charleston (South Carolina). Encontré un entusiasmo muy auténtico no solo por la literatura de las mujeres, sino por Latinoamérica y sobre todo por la Argentina que venía saliendo de su terrible dictadura militar y donde yo tuve una novela censurada, Buenas noches, profesor.
P: En un artículo publicado en la revista Cultura (número 52, de 1995), con motivo de la muerte de Cioran, escribiste, dirigiéndote al gran desaparecido: «He tenido tres maestros en la literatura y en la vida: Alberto Girri, Eugène Ionesco y usted, Cioran. ¿Dónde estoy? Y ustedes… ¿dónde están? Qué orfandad la mía, hoy y aquí. Qué terrible la soledad que comienza…Quizás similar a la de usted, cuando eligió ser apátrida. Es decir, un espíritu libre». Háblame de tu relación con estos dos grandes compatriotas nuestros, Eugène Ionesco y Émile Cioran, y de los diez años que pasaste en París, cuando los conociste, siendo tú también, como ellos, “un espíritu libre”.
R: A Eugène lo conocí cuando tenía 17 años, en París, en la casa del crítico de arte Ionel Jianu. Estaba con su mujer, Rodica. Hablé mucho con él, al día siguiente me recibió en su casa y escuchó con una paciencia desmesurada los poemas que yo por aquel entonces escribía en francés, tras lo cual me estimuló enormemente en esa vocación que yo ya tenía. Mucho de lo que hice después, se lo debo a él, porque fue muy generoso conmigo y yo quedé muy influida durante una época por su tipo de humor y ese estilo que él inventó y que se llamó “teatro del absurdo”. Luego, a lo largo de los años, cada vez que íbamos con mi marido a París, los visitábamos y recibía siempre alguna motivación que me impulsara a seguir con mi trabajo literario.2 A Cioran lo conocí más tarde, lo visité frecuentemente en su buhardilla de la calle Odéon -Ricardo, mi esposo, me acompañó alguna vez- y era una fiesta hablar con él, por su bonhomía, su histrionismo y las reflexiones brillantes que hacía. Su personalidad no tenía nada que ver con la negatividad que brota de sus ensayos y de sus aforismos. Ionesco, en cambio, era un hombre más callado, más introvertido pero –eso sí- cuando lanzaba una frase, era como una flecha que daba en el blanco. Tanto les debo a ambos, pero tanto, que nunca podré agradecerle a la vida el privilegio que me regaló al poder conocerlos y tratarlos durante tantos años. Mi gratitud aparece en el libro Los ojos azules, una novela que les dediqué a los dos por ser “mis maestros en perplejidad”.
P: En la Autogeografía, que encabeza un libro editado por Ester Gimbernat González y Cynthia Tomkins que trata de tu obra narrativa (Utopías, ojos azules, bocas suicidas: La narrativa de Alina Diaconú, Buenos Aires, 1993), dices: «Mi itinerario existencial ha tenido, en suma, tres centros que conforman mi geografía emocional: Rumanía (el país de mi nacimiento, de mi infancia y pubertad, del contacto con la naturaleza, de mi primera lengua); Francia (el país cuya cultura ha marcado mi educación y mis gustos en forma definitoria, cuyo idioma fue, desde los 4 años, mi segundo idioma, y en cuya espléndida capital intenté varias veces establecerme para siempre, con arrepentimientos casi inmediatos) y finalmente la Argentina: el país que yo adopté y me adoptó; el que me ayudó a borrar las llagas del exilio y me inició en la aventura de la lengua española, mejor dicho de este fascinante castellano del Río de la Plata, que llegó a ser la lengua de mi realidad cotidiana, de mis sueños y de mi literatura». O sea que llegaste a la Argentina en 1959, con tus padres, a la edad de 14 años, teniendo como lengua materna el rumano. ¿Cómo fue que te convertiste en una apreciada escritora de lengua española? ¿Cuándo empezaste a escribir en tu lengua adoptiva y por qué?
R: Creo que todo se debe a una vocación clara y definida que iba incluso más allá del idioma. Acuérdate que yo llegué a Buenos Aires, sin hablar una sola palabra de castellano (sólo sabía rumano y francés). Pero en Bucarest, a los 10 años de edad yo ya escribía poemas, luego cuando llegué a este continente durante un par de años escribí (teatro, poesía, reflexiones) en francés y recién cuando sentí que empezaba a dominar el español comencé con la ficción en castellano (novelas, cuentos y más tarde, ensayos). El hecho de que el español sea un idioma latino también quizás me haya ayudado un poco, pero yo creo que en realidad todo se basa en la profundidad de la vocación.
P: Tu novela El penúltimo viaje, que fue traducida también al rumano, trata, de forma metafórica, de tu país de origen bajo la dictadura estalinista (metáfora que se podría extender a la dictadura de los gobiernos militares en Latinoamérica) y del exilio al que tú y tu familia tuvieron que marchar. ¿Cómo te marcó la experiencia del exilio, vivida en plena adolescencia? Aparte de este libro – uno de mis favoritos, de toda tu creación, porque me identifico mucho con su tema3- hay ecos de esta experiencia vital en otras obras tuyas?
R: Creo que si bien ese es el único libro donde toco directamente el tema del comunismo en Europa del Este, en todos los demás están reflejadas vivencias que se originan en mi infancia y pubertad en Rumania. Están presentes la violencia del poder, el autoritarismo, la falta de libertad, la discriminación (por cualquier razón), la persecución, el miedo, la delación, la hipocresía, etc.
P: Cuando te conocí, en 1993, ya eras una escritora consagrada, autora de siete novelas: La señora (1975), Buenas noches, profesor (1978), Enamorada del muro (1981), Cama de Ángeles (1983), Los ojos azules (1986), El penúltimo viaje (1989) y Los devorados (1992), además de un libro de homenajes a Girri, en que te encargaste de la selección y compilación de 28 textos en que sus colegas escritores le rendían tributo después de la muerte. Sobre tu obra narrativa se estaban haciendo simposios (por ejemplo, en la Universidad de Missouri y en el congreso de Montevideo del Instituto Literario y Cultural Hispánico), se estaban escribiendo libros y tesis doctorales, y sé que habías sido galardonada con varios premios literarios en la Argentina (entre otros, la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, el Meridiano de Plata y el 2º Premio Nacional en Periodismo Cultural). ¿Qué has publicado desde 1993 para acá?
R: Bueno, un libro de cuentos, ¿Qué nos pasa, Nicolás? (1995) y dos novelas más: Una mujer secreta (2002) y Avatar (2009). Además, empecé a publicar poesía; mi primer libro de versos salió en 2005, y se titula Intimidades del Ser: Veintisiete poemas y algunos aforismos. El segundo salió en 2007, bajo el título de Poemas del silencio. Además, en 1998, saqué Preguntas con respuestas, un libro de entrevistas a Borges, Cioran, Girri, Ionesco y Sarduy, y dos libros de ensayos.
P: ¿Qué me puedes decir de la acogida que han tenido estos libros en el exterior?
R: En Rumanía, mi país natal, se han traducido tres de mis novelas, y he recibido varias distinciones del Gobierno rumano por promover la cultura rumana en el ámbito internacional. Al mismo tiempo, varios de mis poemas fueron traducidos al inglés por Victoria Livingstone y publicados en 2008 (en edición bilingüe) en la revista norteamericana Metamorphoses. Asimismo, mis textos narrativos figuran no solo en antologías argentinas (como El libro del padre, Cuentistas argentinos de fin de siglo, Antología del erotismo en la literatura argentina, etc.), sino también en antologías estadounidenses, como Short Story International, Secret Weavers, Contemporary Argentinean Women Writers, Steams of Silver, Women and Power, etc. También en Francia se publicó el libro Jorge Luis Borges- Entretien avec Alina Diaconú, traducción de Annie Rodríguez (Editions Le Capucin, 2002).
P: ¿Sigues, en paralelo con la creación literaria, con tu obra periodística? Estabas colaborando con frecuencia en La Nación, Clarín, La prensa, Cultura, Vigencia, y, en un momento, en Vuelta sudamericana, la revista co-dirigida por Octavio Paz. ¿Continúas con el periodismo cultural?
R: Sí, continúo; actualmente estoy escribiendo columnas y notas (tanto sobre temas literarios como sobre la vida cotidiana) para el diario La Nación de Buenos Aires, para la Revista de ese mismo diario, para el Suplemento Literario de La Gaceta de Tucumán, y para algunas revistas literarias de Buenos Aires y del interior del país. Y, como viste, algunos de estos artículos, así como diversas conferencias que he dado en los últimos años en diversos foros públicos, están recogidos en el libro que te acabo de regalar, Ensayo general: Reflexiones sobre la literatura, Borges, los mitos, los maestros, las pioneras, el más allá.
P: Sí, publicado por la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, 2009; muchísimas gracias. Y sé que no es tu único libro de ensayos, ya que en 1998 habías publicado Calidoscopio: Notas acerca del amor, el poder, el tiempo y otros espejismos. También te agradezco que me hayas dado tu última novela, Avatar, que no puedo esperar leer en el avión de regreso a California, mañana. Pero, ¿en qué trabajas actualmente? ¿Tienes algún libro de ficción en preparación, o consideras que has llegado al apogeo de tu carrera y prefieres tomas un poco de distancia?
R: No, sigo escribiendo, no podría ser de otra forma. Tengo listos dos libros: uno de poemas (título provisional: Aleteos)4 y otro de aforismos, que por ahora llamé Relámpagos)5, que alguna vez (espero) verán la luz de la imprenta. Por ahora, están en un cajón….
P: Si me permites, una pregunta un poco personal, a la que puedes no responder, si así lo prefieres: estuviste casada por mucho años con el poeta argentino Ricardo Cordero, a quien también tuve el placer de conocer en 1993, pero que ha fallecido recientemente. Háblame un poco de él, de su obra, y de la colaboración que llevaron a cabo los dos en su libro de 1971, de “poemas simultáneos”.
R: Me cuesta mucho hablar de Ricardo, mi marido, porque su muerte es muy reciente y el vacío que deja es muy grande. Vivimos juntos 43 años. Él fue escritor, publicó no solo un libro de poemas, sino seis novelas (Día matador, Bulevar Utopía, Temporal, El contratiempo, Días inciertos y Se llamaba Juan Esteban) y un libro de relatos (Mis películas en el tintero). Además, hacía videos documentales, pintaba, era muy talentoso. Cada uno era el primer lector de la obra del otro.
P: Es evidente que tanto tú como él han representado nombres destacados en la literatura argentina de las últimas décadas. Pero el panorama literario está en constante movimiento, y surgen nuevas generaciones y nuevas preocupaciones artísticas. ¿Me podrías decir algo sobre el paisaje literario argentino actual, desde tu perspectiva subjetiva? ¿Te parece a la altura de los grandes maestros, con lo que se la identifica en las historias literarias?
R: No estoy muy al tanto de la ficción argentina actual, porque en los últimos años me dediqué más que nada a releer viejos libros amados y abandonados en mi biblioteca, y cuando se trate de literatura reciente, leo sobre todo ensayo. Es lo que más me interesa en este momento.
P: Para terminar, hay algo que les quisieras decir a los lectores de la RANLE , la recién creada revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, que acoge en su seno a mucho compatriotas tuyos argentinos, que viven en Estados Unidos, pero luchan por fomentar el uso del español en este gran país, que acoge más de 50 millones de hispanos en su seno (incluso el editor general de la revista es argentino).
R: Sí, me gustaría que intentaran hacer lo posible y lo imposible para poner a la literatura argentina en el mapa de los Estados Unidos. Me refiero a nombres como los siguientes: desde Roberto Arlt, pasando por Manuel Puig hasta Silvina Ocampo (en ficción). Y en poesía, desde Alberto Girri, Olga Orozco, Enrique Molina, hasta Ana Emilia Lahitte.
P: ¿Me autorizas a comunicar a los lectores de la revista la dirección de tu página de internet, para que puedan leer más sobre tu obra?
R: Sí, es www.alina-diaconu.8k.com.
P: Como sé que todavía hablas rumano- ¡y muy bien, además!- te voy a dar las gracias en nuestra lengua materna: Mulţumesc!
Buenos Aires, 21 de julio de 2013